domingo, 30 de marzo de 2014

Felices y embarrados - Race Report 29/03/2014

Texto: Freddy Jadue

Había planeado levantarme con suficiente tiempo para poder desayunar algo dulce y liviano y llegar puntual al lugar de la partida. Íbamos a correr unos 20 kilómetros partiendo desde la laguna Los Patos, en la U. de Concepción y recorriendo parte de cordón de cerros que se extiende hasta el Valle Nonguén, sin embargo, la tecnología dijo otra cosa.

La alarma del teléfono inteligente que uso, no sonó. Providencialmente, mi ansiedad habitual jugó a mi favor y me despertó para descubrir que llovía torrencialmente... mi primera sensación fue corroborar que pese a la lluvia la ruta se hacía igual. Mal que mal, mis compañeros de entrenamiento, con quienes practicamos trail running nocturno, están lo suficientemente rayados como yo como, para saber que bajo la lluvia toda ruta tiene un sabor distinto y se convierte en un real desafío.

Nos comunicamos por Whatsapp, era que no, para asegurarnos que la cosa sí iba y que a las 7.30 h. era la partida. Así que hice todos los trámites correspondientes previos a una salida y salí bajo la copiosa lluvia a buscar transporte. Tomé un bus que lentamente me llevó a destino, lo que significó 11 minutos de retraso, sin embargo, dado las condiciones relajamos la norma.

Poco a poco llegaron los convocados: Ale, la única chica; Yeri, Nefta, Toño y yo, verificamos que nadie más vendría, pues dada la cercanía de la Maratón de Santiago 2014, algunos prefirieron no exponerse a un resfrío y con Runkeeper encendido partimos a ritmo regular, para hacer un warm up mientras comenzábamos nuestro ascenso por la ruta de siempre, camino al Observatorio Geodésico Integrado Transportable, también conocido como TIGO. Cada uno con sus propias expectativas, midiendo sus posibilidades y comenzando a descubrir que la humedad estaba comenzando a llegar todas partes. 

Tras un rato estábamos totalmente mojados, pero con el espíritu en alto, literamente, pues la ruta continuaba su ascenso.

Dado que Yeri, tenía más experiencia en ese terreno, tomó la guía y nos llevó por rutas que no conocíamos, serpenteando en subida y luego en bajada, mientras la luz se colaba por entre las copas de los árboles y el aroma del bosque lo inundaba todo.

Yeri, Neftalí, Ale y Toño
El paisaje se ofrecía inmenso ante nuestra vista, bajo una lluvia que a ratos arreciaba refrescándonos y luego amainaba dándonos tregua, mientras variábamos el ritmo y charlábamos de lo que el resto se estaba perdiendo. 

Era una verdadera aventura: nos metimos por un sendero apretado, donde tuvimos que correr agachados, luchando para que la pendiente y barro no nos llevara al suelo, pero consientes de que una caída era más que probable.

Vaya que corrimos. Llovía y nosotros embarrados subiendo otra cuesta, concentrados y muertos de risa, planeando a qué carrera trail íbamos a ir y lo afortunados que éramos de contar con un espacio como en el que estábamos y compañeros decididos para compartir la ruta. De alguna manera nos estábamos consolidando como grupo y eso había que celebrarlo.

De los cinco en la ruta uno de nosotros, Neftalí, debió retornar por motivos laborales, sin embargo, con la sonrisa de la meta cumplida pues iba empapado y algo molesto por no poder continuar. Vendrán más rutas compañero, esto es para largo.

Ya cerca de los 12 kilómetros llegamos a un punto del recorrido que nadie conocía. Pensamos que estábamos acercándonos a Lonco, en Chiguayante y decidimos ver cómo llegar a la calle y volver al punto de partida a ritmo regular pero por plano, sin embargo, tras sortear un portón nos dimos cuenta que estábamos en pleno Valle Nonguén, en el camino a la Reserva y que si queríamos volver debíamos retornar al cerro por una ruta que ya conocíamos. Quedaba harto por delante y seguía lloviendo.

Cansados y repartiendo el agua que llevó nuestra compañera Ale, seguimos adelante por un el camino que va hacia la Reserva. Cada cierto tiempo nos cruzábamos con algún vehículo de donde nos miraban como diciendo: "¿cómo andan corriendo con esta lluvia?" y nosotros seguíamos felices, doloridos algunos y con algo de frío, pero con la decisión tomada de llegar hasta el final.


Motivados hasta el final
En algún punto mi aplicación de registro dejó de funcionar, probablemente porque el tiempo afectó la señal GPS así que no tenemos el trazado de la ruta completa más que en nuestros recuerdos y en el cuerpo, porque hasta el final pusimos potencia en cada una de nuestras zancadas, dándonos espacios para respirar y para alentar a quienes se rezagaban.

Llegamos al puente Las Carmelitas y comenzamos la vuelta a casa, obviamente cerro arriba, quemando los últimos cartuchos, a ratos en silencio, otros dando gritos ante la belleza del paisaje: que se parecía al bosque de los elfos, que el olor era único, que deberíamos organizar una carrera, cosas así.

El último tramo, de vuelta a la Ciudad Universitaria, seguimos a ritmo regular, picando un poquito para coronar una bella travesía que duró más de tres horas. Llegamos embarrados, empapados, doloridos, deshidratados y pero ante todo felices por la meta cumplida y sellando nuestra aventura con un abrazo y un hasta pronto. Porque la locura continúa. 

La selfie de rigor

Otra visión para la misma ruta, por Yeri

Mis Visitas