jueves, 24 de abril de 2014

Cuello Blanco

Texto: Carlos "Charly" Burgos

Comenzamos con unos litros de pasión y unos doblones de Morfeo, no teníamos nada más a mano. La idea del logro era lejana y la concepción del recorrido se había vuelto una flauta traversa de extraño sonido.
El domingo fue el escenario elegido para partir nuestra épica locura de trail running, siendo la noche la encargada de brindarnos el saludo. El grupo parecía entusiasmado, decidido, sinérgico y vigoroso. Al parecer habíamos sido capaces de involucrar nuestras motivaciones más allá del simple deseo de correr: nos habíamos convertido en grandes sin saberlo…

El protagonista no sería otro, que uno de las cumbres más altas de mi hermosa región, Los Nevados de Chillán, nuestro Sensei nos comentaba que la ruta sería algo exigente, pero que de igual manera, nos entregaría algo más que dolor en los gemelos junto a una que otra caída. Éramos ocho, un número infinito  de deseos, sueños y actitudes… el resto, el resto era sólo pan comido.





El comienzo se dilató. Comenzó con unos fragmentos de textos confusos que con el paso de la nieve tendieron a esclarecer. La voluntad de los corredores parecía cada vez más nítida, sus voces reunían cada vez más cánticos y el sonido de la montaña comenzaba a oscurecerse en el amargo silencio frente a la presencia de estos grandes guardianes de cuello blanco, mientras el cambio de turno le daba el pase al sol y a su viento.

Los primeros dos cuartos parecían interminables, bajo la brújula mental de nuestro espacio. Habrían sido unos 12 o 18 kilómetros fácilmente, para la vista de la montaña y su blanca presencia solo se trataba de un reto de menor exigencia, no obstante la entereza de los corredores no vaciló…

Hubo un momento donde el sol, la montaña y el viento, recogieron nuestra plegaria, queríamos hacer historia y para eso, para eso debíamos dibujar nuestra presencia en la roca con fotografías. Fue ahí cuando un tímido compañero de grupo aconsejó posiciones, elevo órdenes y marco ese glorioso momento, se trataría de la última fotografía… la última que reflejaría nuestra frescura corporal y sonrisa matutina.

El avance comenzó a ser cada vez más lento, se transformó en una pista de baile, de baile mental de nuestras aspiraciones, donde dos princesas recogían energías de la vibrante nieve, mientras seis  valientes caballeros sostenían una carrera personal, que consistía en reír, disfrutar y gozar… el paisaje dibujaba la silueta más dulce que un ser humano puede disfrutar, reflejaba ese apetito frontal decisivo e inconsciente de avanzar por avanzar, mientras el reloj del Sensei dirigía los pasos lentamente hacia delante.


Las horas avanzaban y no se trataba de una escalera de peldaños ciertamente, sino de una serie de sucesos lógicos y sudorosos, en nuestro esfuerzo por alcanzar el Aguas Calientes. Valle de rocas y de riqueza mineral se convirtió en aliada, mientras las nubes pasaban por la vitrina de lo que sería la vuelta a la partida, bastaba saber que la locura era la energizante del momento y el deseo de cada uno de nosotros: un protagonista más dentro de las suelas de nuestras zapatillas.

Por un momento y sólo por un momento, confundí con certeza mi temporalidad y mi espacialidad, la razón, no sabía dónde diablos estaba. Al parecer los embates nocturnos de estudio estaban arremetiendo mi ánimo y la pulsada se inclinaba a favor del cansancio. En ese momento “El bravo” acercó sus recursos y lentamente me propinó un plan “debes llegar”. Si bien este objetivo no era parte de una intervención, limitaría mi motivación en los siguientes metros, por otro lado los caballeros entonados por la gloria, realizaban constantes cánticos para subirme el ánimo. Lo había decidido, debía llegar…

Fue entonces cuando el camino se cortó, la vista parecía de otro planeta y al parecer nuestra historia comenzaría a temblar por su fin.

Cuando el descenso comenzó, vagas ideas rondaban mi cabeza, entre ellas comer; no tenía alguna otra idea que no se relacionara con un exquisito banquete de mi parrilla, cosa que por momentos, era un oasis motivacional en mis venas. 


La llegada se acercó y con ella el dolor, las marcas de guerra de la MDS 2014 asumieron el papel principal, el dolor de rodillas se volvió insoportable, tanto que si no guardaba precaución, la probabilidad se seguir entrenando con frecuencia disminuiría.

Los descansos comenzaron a ser cada vez más cortos, fue allí donde las doncellas del grupo analizaron médicamente mi caso. Debí tomar un antiinflamatorio, la rodilla al parecer estaba bien cagada. El consejo fue, baja con cuidado, a la larga puede que tenga efectos negativos, situación que me tomé muy en serio y que hoy me tiene una semana y 4 días sin trotar…

La meta apareció como un abrazo, un abrazo a la constancia y al deseo de lograr un tramo tan complejo y una superficie tan generosa, generosa de su paisaje y de la belleza de la montaña. Al retirarnos cerramos nuestras experiencias con una fotografía. Si se dan cuenta en la punta del cerro, junto a las piedras y el viento, ellas nos hacen un pequeño guiño.

Los esperamos pronto. 

lunes, 21 de abril de 2014

Todos los caminos nos sirven

Texto: Claudia Sanhueza

Todos los caminos le sirven a un trail runner si lo que se quiere es disfrutar de la naturaleza: si la ruta es sencilla, son sólo unos kilómetros más. Si, por el contrario, ésta se vuelve extenuante, esos kilómetros se vuelven una proeza, sin embargo, la experiencia me ha enseñado que mientras más difícil la ruta, mejor es.

En cuanto a la montaña, al igual que el mar, hay que tenerle respeto… vaya saber uno qué nos depararán esas pendientes, pero lo que sí hay que tener en cuenta es que nunca jamás, hay que fiarse de ella. Bueno tampoco de mi sentido de orientación ni de mi capacidad para levantarme temprano. Ya sabrán el porqué.

Todos los caminos sirven y esta vez le tocó a los Nevados de Chillán, recibirnos.



Punto de encuentro: Casa del Deporte UdeC, a las 05.00 de la mañana. Recién a las 01:30 h. terminé de preparar todo: raciones, agua, mochila, ropa, para finalmente irme a dormir. Tenía que recordar llegar a las 04:45 h. a casa de Toño en Chiguayante, así que me dije ¡buenas noches! Y me dormí.

En la mitad de mi sueño algo no me calzaba. Desperté sin escuchar la alarma y miré el reloj: ¡¡05:15!! ¡¡Rayos y centellas!!  ¡nooooooooo!! ¡Mi compañero Freddy me va matar! ¡Toño me va matar!! Corrí en círculos y llegué a las 05:40 al punto de encuentro (ojalá corriera así de rápido).

Todos están a bordo de uno de los autos; en la noche nos alineamos en equipos según cada vehículo y nos pusimos nombres. Por un lado los “Pro”: Héctor, Yeri, Charly, Freddy con Lino al volante y, por otro los “Karaoke”, formado por Miguel, Toño y yo como conductora, pues Alejandra se nos uniría en Chillán.

Pasamos por el cafecito correspondiente, las dos vueltas por el baño y a bordo nuevamente hacia nuestro destino: ¡¡los Nevados!!

Llegamos: frío gélido, cielo despejado, zapatillas listas… ánimo y moral por las nubes, todos preparándose. Lino, quien propuso la ruta, nos invita a comenzar el ascenso; las Luciérnagas (nuestro apodo informal) arremetemos con todo en la primera subida y en ella se nos va el primer aire. La foto correspondiente ante un paisaje espectacular. Se veía bueno. Era un buen equipo.



A medida que ascendíamos nos fuimos encontrando con que nuestra súper y arriesgada carrera tendría más tonalidad de trekking, puesto que el espesor de la nieve superaba los 20 cm. en algunos sectores, lo que no nos permitía trotar de continuo, pero ¿Qué le vamos hacer, más que seguir? Y así lo hicimos.

Un alto para la enésima foto de rigor, y de repente se arma una guerra de bolas de nieve. Yo, Alejandra, Yeri, Miguel y Charly. Éramos las féminas contra los trail boys y luego todos contra todos, recibí (entre tantas otras) dos bolas con malicia. Me di cuenta que, por esta vez, mi puntería se había quedado en la base. En fin, seguimos subiendo, subiendo y subiendo, nieve por todos lados. A ratos quedábamos todos en silencio intentando no contagiarnos con la cara de preocupación de Lino (quién nos guiaba), en otros minutos creo que más de alguno pensó: “¿y si me cayera? ¡a la cresta me voy!”, porque habían unos riscos que ya se los quisiera el mismísimo Kilian Jornet.



Fue así que de repente escucho un riachuelo y comenzamos a avanzar junto a Miguel: el camino ya no estaba nevado si no lleno de rocas y piedrecillas, seguimos con los pies a punto y la cabeza súper concentrada, para no falsear ni un paso. El pequeño río de agua caliente apareció ante nosotros por fin: parada para descansar mientras esperábamos al resto del equipo y a Lino, para que nos guiara nuevamente a destino. Faltaba poco para llegar a mitad de la ruta, ¿por dónde continuaríamos? Con un camino de alta dificultad técnica había que pensarlo dos veces.



Aparte de esquivar una que otra roca, tomada la decisión (por el sensei Lino, por supuesto) Seguimos hacia un gran río, ahí paramos a descansar, comer e hidratarnos. Charly y Miguel estaban más que cansados; habían corrido los 42 km. de la Maratón de Santiago hace una semana. En tanto, Alejandra se mantenía digna y los demás, incluyéndome, como siempre con el mejor de los ánimos. Ahora bien, no pensamos que sería tan difícil, y nos quedaba todo el camino de regreso ¡¡¡valor!!!! De todas maneras, el clima, el paisaje, la compañía, y la montaña por si misma me mantuvieron firme y feliz, fue una de las pocas veces en que no he pensado producto de la fatiga “¿qué estoy haciendo aquí?”... Pronto emprendimos el camino de regreso y a subir de nuevo, la voluntad y perseverancia definitivamente, lo pueden todo.



Pero como en la  montaña todo lo que sube tiene que bajar, nos encontramos con una generosa y larga bajada que aprovecharían los chicos, con Yeri a la cabeza. Este tramo, que será uno de los más recordados, se corrió con el ansia de llegar, de correr y de sentirse libre.







La nieve quedaba atrás y daba paso a un hermoso bosque, perdí de vista a Yeri, Miguel, Héctor, Freddy y Toño, que bajaron rajados.  Alejandra y Charly venían más atrás. Pienso ¿me habré perdido? ¡qué novedad! pero de lejos los visualizo, espero a los demás y troto, ya reunidos todos y como es costumbre hacemos el sprint final, y ganamos los Karaoke: sí, Pros reconózcanlo de una vez, jajaja. La última foto de rigor, nuestras zapatillas con 15 km. más en las suelas y mucho barro entre medio y nuestros corazones contentos y radiantes.



Track del día completado, aventura de la semana terminada, al igual que al principio con el ánimo y moral por las nubes. Todos con una gran sonrisa, ya queriendo volver.

Solo el que ama correr sabe de esa sensación y deseo, de ese pensamiento un poco absurdo de terminar recién una carrera y ya estar pensando en la próxima.

Todos los caminos sirven si lo que se busca es disfrutar la naturaleza, y como todo en la vida, si el sendero es compartido, mejor, mucho mejor.












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