domingo, 23 de agosto de 2015

Cuando las Rutas se Encuentran

Texto: Freddy Jadue
Fotografías: Latitud Sur Expedition y Moisés Jiménez

No tuve tiempo de mirarlo ni a los ojos. Cuando vas capeando una pendiente, cualquier distracción puede sacarte del ritmo y hacerte perder el equilibrio, cosa que en una carrera trail running puede convertirse en una aparatosa caída y una posible lesión, así que las palabras que cruzamos con el corredor que apareció detrás de mí fueron cortas.
Habíamos pasado el kilómetro 25 y dejado atrás la altura máxima que superó los 2 mil metros, así que la fatiga se estaba haciendo notar y comenzamos a hablar de eso; a compartir datos, que cuánta agua, que dónde estaban los avituallamientos, que cuándo la próxima carrera… Una ruta tan dura como los 38 km de la travesía que une a Til Til con Lampa y que organiza LSE, requerían de cualquier apoyo para hacerla más llevadera. En este caso fue Javier, el corredor peruano que es parte de Green Trail y que como muchos viene del mundo del asfalto y se ha vuelto un fanático del desnivel acumulado.

“Mira, Javier, ¿ves ese compadre de azul que va por allá?, tenemos que alcanzarlo, él es nuestro rival”, le dije y así comenzó nuestro juego de ponernos pequeñas metas para no bajar el ritmo, pese a la combinación de trote y una lenta marcha atlética, según lo permitiera el terreno, que cada tanto nos salía con una sorpresa. Es que por mucho que se estudie el perfil de una carrera es, in situ, cuando se está solo frente a la inmensidad de la naturaleza, cuando llega el momento en que la mente comienza a convertirse en la verdadera guía u obstáculo para alcanzar la meta.
Tras el punto de abastecimiento, seguimos al desafío final. Partí primero, pero como pronto nuestros ritmos volvieron a coincidir, le expliqué lo que recordaba de la versión anterior y le decía que guardara piernas porque la bajada final era compleja. Así muy de a poco, comenzamos a divisar corredores y también a pasarlos. Eso de las pequeñas metas, de buscar rivales en el horizonte nos ayudó a no bajar el ritmo, animándonos mutuamente. Planeamos entrenos con su grupo, hablamos de comida peruana y de los tramposos que se saltaban los giros para acortar distancia, entre otras cosas.


Ya cerca de la gran pendiente final, se nos unió un tercer corredor. “Cuidado con la piedra”, “está resbaloso ahí”, “chucha-casi-me-saco-la-cresta”, fueron algunos de los datos que nos pasábamos tras más de seis horas de ruta y con la energía justa para terminar. Así seguimos, hasta que los tres pasamos a otro tipo más y nos encontramos solos ante la inmensidad de un valle que desciende en picada hasta la Medialuna de Lampa, donde estaba la meta.
Íbamos volando, casi contando los giros, evitando caer pese a los tropiezos cuando el tercer corredor, se pega un salto en una vuelta y hace una cortada, poniéndose sin ninguna vergüenza, a la cabeza de los tres. Tanto Javier como yo, nos pareció una actitud fea, pero nos dimos ánimo y seguimos adelante porque íbamos a llegar habiendo hecho una carrera limpia, que es lo que corresponde.


 Cosas del trail: nuestro rival ya en la zona más plana comenzó a evidenciar un ligero cambio de ritmo. “¡Gueón, démosle de más lo alcanzamos!”, le dije a Javier, quien me apoyó y nos concentramos en esos últimos metros. Corrí con todo lo que pude, sentía atrás que mi compañero venía cerca, luchando con la misma determinación, hasta que unos 800 metros antes de enfilar a la meta, logramos pasarlo. Crucé la meta con una sonrisa por el tremendo logro y tras recibir las felicitaciones de mis compañeros de Luciérnaga Trail, me volví a abrazar a mi compañero que venía detrás, tan feliz como yo, de haber vencido una de las carrera más duras del año.
Gracias a Javier Molleda, espero que nuestras rutas se vuelvan a cruzar.



Freddy, Xavi, Héctor y Fabíán.

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