Fotografías: Sandra Duhart, CasaVerde y Freddy Jadue.
Las piernas tienen memoria. Eso pensé cuando llegué al asfalto
que formaba parte de circuito de 32 km del Merrell Corralco Challenge. Lo sentí
casi como una mala jugada para un corredor de montaña que ya dejó la superficie
clásica de las rutas urbanas, por el desafío del desnivel acumulado y las
bajadas técnicas. Ahí estaba, como disfrazado, corriendo con un gesto
equivocado bajo un sol abrasador, que no nos dio tregua en esa pasada de casi 3
km por Lonquimay, en plena región de la Araucanía.
“Eso, vamos, ¡¡con ánimo!!”, me gritó una señora desde la
calle, lo que me recordó a la Maratón de Santiago y poco a poco empecé
adaptarme para retomar el ritmo que llevaba, especialmente cuando me di cuenta
que quienes iban delante de mí evidenciaban cansancio. Pasé un par de compañeros
“traileros”, lamentándome por el calor y uno de ellos me dijo: “se fue toda la
belleza”, efectivamente así había sido.
Volcán Lonquimay desde el Centro de Esquí Corralco |
A las 10 de la mañana habíamos largado desde el centro de
esquí de Corralco, en plena Reserva Nacional Malalcahuello, a los pies de un
imponente y nevado Volcán Lonquimay, rodeado de bosques ancestrales de
araucarias (Araucaria araucana) y
otras especies nativas. Éramos casi 200 corredores y corredoras de todos lados,
que habíamos llegado a desafiar un circuito que prometía y que tenía al grueso
de los más de 400 inscritos en la distancia de 15 km y a un puñado de valientes
en los 70 km.
En la medida que el circuito avanzaba, el paisaje se iba
transformado debido a la perspectiva, los cambios en la luminosidad y las posibilidades
que brinda la observación desde la altura. Cruzamos un bosque milenario y
comenzamos un ascenso que nos recibió con machones de nieve, para luego
convertirse en un paraíso blanco entre montes nevados que vigilaban la
silenciosa marcha de los corredores que seguían las marcas amarillas que
indicaban el camino, las mismas que en un punto de hicieron escasas, debido al
viento puelche que oscurecía todo: ahí escuchamos los silbatos de los banderilleros
que indicaban la dirección correcta.
Araucaria |
Correr en una circunstancia así, es una mezcla de
sensaciones que van desde las ganas de llegar a un lugar más seguro, la vibración
de la carrera en compañía de otros que comparten la misma pasión y un paisaje
que a veces impacta tanto con su belleza, que cuesta concentrarse en el ritmo y
el terreno en cual va pisando. Así ocurrió cuando llegamos a los territorios
donde habita el tunduco (Aconaemys fuscus),
roedor que hace túneles superficiales los cuales se pueden convertir en trampas
mortales para quien pasa corriendo, debido a que al pisar la tierra cede y la
posibilidad de esguince es altísima. Así lo explicaron en la charla técnica el
día anterior, así que había irse con cuidado.
Falda del Lonquimay |
Poco a poco el paisaje cambiaba, venía más bosque, un
bellísimo sendero nevado y un una bajada fulminante, coronada con la llegada al
punto de hidratación, la antesala del pequeño infierno de la ruta de asfalto
que castigó las rodillas de algunos y a otros les permitió descansar antes de
subir y enfilar hacia la zona de la meta, en el centro de esquí.
Así, dejando atrás la localidad de Lonquimay, venía una
subida lenta que poco a poco comenzó a cubrirse de bosque nativo, antes de
transformarse en una subida “comepiernas” de la cual estábamos advertidos y era
la ocasión para meterse el último gel antes de preparar los kilómetros finales.
Efectivamente, el centro del esquí a la vista tentaba con
una cercanía falsa, pues como suele suceder la meta está mucho más allá de lo
que los cansados ojos nos proponen como calmante. Muy de a poco, los últimos
cartuchos se consumían ya en una marcha por ganar unos segundos más que los
oponentes mientras las araucarias en toda su majestad vigilaban nuestro paso.
Ahí estaba la meta, sólo unos metros más. Pensaba en los
amigos que ya estaban seguramente celebrando, esperándome, en ese momento
mágico que te convierte en vencedor. En que si terminaba 32 km y me sentía bien
iba poder correr los 73 km de Vulcano Ultra Trail que será en unas semanas más,
en que estaba loco, en que ya lo estaba logrando, en que maravilloso se veía el
volcán, en nada. Dejé de pensar y corrí con una sonrisa. Corrí y levanté los
brazos. Lo había logrado, una vez más.
Zona de la meta, la tarde anterior. |
Charla Técnica by Tomás |
Agradecimientos especiales a Hostal Casa Verde, por un
excelente servicio y por la amabilidad de Catalina y Juan Carlos; unos
tremendos anfitriones, cocineros de lujo y poseedores de las gallinas más
felices y libres de la zona.
Plaza de Curacautín |
Hostal CasaVerde |
Con los amigos y anfitriones en el hostal. |
2 comentarios:
Que buen resumen de esta hermosa carrera, en especial la tortura de él asfalto, concuerdo con todo lo expuesto, una de las carreras que mejores sensaciones me ha dejado
Muchas gracias por leer y comentar el relato. Corralco fue para muchos un gran descubrimiento y el anticipo de una ruta que promete convertirse en un imperdible del circuito nacional de ruta trail running ¡Saludos cordiales!
Publicar un comentario