martes, 7 de abril de 2015

Fue Dolor, Nunca Sufrimiento

Texto: Juan Carlos Schwerter

Me impactó profundamente la avalancha de sensaciones y sentimientos que afloraron en mi cabeza gatillado por el desprendimiento de una uña negra conquistada en Vulcano Ultra Trail. VUT fue uno de los viajes más entretenidos y enriquecedores en autoconocimiento que he realizado.
En algún punto del invierno del año pasado sentí el llamado de enfrentar el desafío de una carrera de mayor exigencia. Poder ser parte de Luciérnaga Trail y su fantástico grupo humano, apalancó la decisión. Lo que se dice de ser ultra exponencial es ciertamente algo natural en nosotros y de manera natural elegí el mismísimo Volcán Osorno como escenario para ello.

Compañerismo, amistad y las "patitas" siempre dispuestas de Luciérnaga Trail

Me es imposible limitar el desafío VUT al trayecto largada - meta. Lo sentí como una travesía que comenzó -sin ser consciente de ello - gracias a la fructífera imaginación que nos brinda la infancia. Recuerdo tardes jugando a perderme y encontrar la ruta a casa entre el verdor del bosque de la Región de Los Lagos, "oteando" pájaros y mamíferos grandes, buscando poder compartir su fascinante entorno sin incomodarlos con mi presencia. Sólo durante escasos días al año, cuando una especial condición atmosférica lo permitía, se divisaba muy pero, muy a lo lejos, el imponente Volcán Osorno, estilizado, majestuoso, misterioso e inalcanzable. Crecí escuchando sus historias y fantaseando con sus traicioneras grietas como con sus vastas laderas que esconderían tanto por explorar. El cacique Quitralpique entraba en la categoría de superhéroe con su mítica hazaña de haberlo subido, arrojado el corazón de su bella amada dentro del cráter en erupción como ofrenda, para así aquietar al Pillán. Sí, es el mismo Pillán quién habitaría dentro del Osorno.

Durante la vida me ha tocado organizar un sinnúmero de actividades y ser flexible cuando algo resulta distinto de lo previsto. Este estudiado desafío contenía mucho de desconocido y la disponibilidad de los recursos dependían únicamente de mis capacidades. Se trata de un ejercicio que demanda enorme honestidad con uno mismo. Viendo en retrospectiva, lo veo como el máximo de la planificación estratégica. Con el otro hemisferio percibo como esa faramaña de estímulos y sensaciones de este viaje junto a gente querida, conllevan a un resultado de franca hermosura y gozo.
Sonrío con el recuerdo de los primeros kilómetros junto a Clau. Partimos a paso decidido y manejando la ansiedad de la larga y tan esperada jornada que se nos avecinaba, ello fue una alegría y tranquilidad, le doy las gracias. Luego de unos 6Km nos adentramos en la Quebrada Jurásica que requería trepar y donde correr era imposible. Ello me despertó la misma curiosidad de la infancia; seguir adelante y así ver qué había y cómo se veía desde más arriba ¡entretención pura! En esa inicial parte de la carrera había personas con cara de sufrimiento y otras, trepando como gatos, y por ende, ya sabía a quiénes seguir. Pensando que la jornada se podría colocar calurosa, arriesgué con poca ropa de abrigo. Al dejar la protección de la quebrada y vegetación, la cara sur del Osorno nos esperaba con una gélida ventisca, la lluvia hacía dificultoso divisar el marcaje y mis helados dedos sólo deseaban que la senda ingresara a alguna quebrada, para así bajar la exposición al viento. Recién había alcanzado los 800-900 msnm y la cima del cerro La Picada se encuentra a 1.341msnm. De tanto desearla, finalmente apareció, dentro de ella incluso había un PAS que incluía papas fritas (las cuales distan de ser un snack de mi predilección) la que despertaron un fiero magnetismo. Hoy puedo decir con propiedad, ¡¡¡nada más asqueroso que Pringles mojadas por lluvia!!!
Muy feliz saliendo del PAS
La subida a la cima del cerro La Picada fue ardua sobre arena suelta, en zonas se podía ver que salirse del sendero te haría rodar decenas de metros por empinadas pendientes. Corrimos entre nubes densas, el marcaje estaba cada 20 m y desde una marca no alcanzabas a divisar la próxima. Junto a la recién conocida Carolina acordamos distanciamos unos 5 m uno del otro, así cubríamos la distancia ciega entre marcas y logramos nuestro común objetivo. La bajada fue un verdadero gozo, arena blanda sobre pronunciada pendiente y bueno, escasa visibilidad. Al final de la quebrada alcancé a un grupo que iba con un fuerte paso, me uní a ellos por poco tiempo, se me hizo imprescindible parar a sacar piedras de las zapatillas. El largo descenso de regreso al lago fue un disfrute del paisaje, íbamos maravillados, unos conversando y otros incluso fotografiando. El clima había cambiado.
Luego de unos 600 m de desnivel negativo los cuádriceps de algunos comenzaron a reclamar y yo bajé el ritmo, sabía que aún faltaba muchísima de carrera. Camino a la playa nos encontramos con los primeros corredores de 35 km y ello fue un golpe de energía. Dentro del bosque Daniela y Francisco me brindan alegría, ellos siguen veloces y yo trato de seguir a mi planificado ritmo. Al final de la playa aparece Freddy, me alegro doblemente, por verlo y porque sentía respeto de esos km arenosos de ribera que pasaron volando. En el PAS Petrohué estaba además Yeri, lleno de buena onda, me acompañó mientras seguía mi estrategia de alimentación e hidratación sin inconvenientes. Era el km 30 y mi primera meta personal estaba superando mis expectativas.


Río Seco tras PAS Aluvión - viendo el blanco y negro
Cometí el error de colocarme recién ahí las polainas y ello demandó mucho tiempo y sobre todo incomodidad. Quiero pensar que significó que mi antecesor de categoría etaria llegara 4to a sólo 53 seg... Claro que los antecesores a él lo hicieron en unidad hora antes. Ahí comienza la subida a la cumbre Roca Vulcano, iba entero comiendo y bebiendo incluso en la árida lengua de roca. Alcancé a otros corredores de mi distancia y de pronto, un diablillo se sienta sobre mi hombro, me hizo apurar un poquito más el paso en la subida. Ello fue sólo positivo para el ego en un instante efímero, ya pagaría por ello después. Obvié la foto sobre la Roca Vulcano asumiendo que la bajada sería de arena blanda símil a la primera y el diablillo seguía hablándome de descontar tiempo. Debo ser muy claro que hasta ese instante mi única meta ¡era terminar! La bajada es muy técnica, mis cuádriceps y uñas no se llevaron bien con la pendiente y las piedras volcánicas ya no me simpatizaban. Tardé mucho más de lo planificado y así llegué un poco deshidratado al PAS aluvión, el cual no tenía agua y el sol de diciembre ya estaba haciendo lo suyo. Eso fue malo, muy malo dado que no quería isotónico. Mi cuerpo demandaba mucha agua y no estaba transando con otros líquidos. Los siguientes 5 km por el río seco los sentí muy áridos, sólo quería llegar al río Petrohué y estuve olvidando a ratos la postura, golpeé los dedos con varias de las muchas rocas dispersas. El trayecto de unos 2 km por el borde del río tenía muchas quilas cortadas en afilado bisel, había perdido la postura, iba tropezando y me seguía golpeando las uñas, sentía temor de caer y caminé un rato, no estaba levantando los pies. Mi cuerpo quería agua y medio gel, mi único bebestible, el isotónico rojo tibio no pasaba por la tráquea. Deben haber sido unas 1,5 h corriendo solo, se me hizo largo, ello. Pensaba que no podría terminar la carrera producto del fuerte Río Seco tras PAS Aluvión - viendo el blanco y negro dolor de uñas y recordaba todas las veces que hice bromas a los alharacos: seguramente también te duelen las uñas y el pelo... pero el dolor no resistía bromas. Por fin en el PAS Solitario, durante la planificación pensaba que llegar al 50 es casi como alcanzar la anhelada meta, equivocado en ello también estaba. En el PAS me dieron ánimo y agua, ello me devolvió entereza mental. Llevaba rato dando las gracias por haber dejado zapatillas y calcetines ahí, mis pensamientos anteriores eran agua, otras zapatillas y ¡cómo duelen los pies! Me senté con dificultad, me quité las zapatillas y no quise dejarme sorprender con lo que podría encontrar bajo los calcetines. Salí del PAS feliz nuevamente, el cuerpo lo sentía exhausto, pero calzaba zapatillas más anchas ¡¡qué delicia!! Dentro del bosque iba con la sensación que estábamos sólo rellenando kilómetros, difíciles km. Paradojalmente pensaba que sólo me alejaban de la meta. Sabía que venían pendientes, camino polvoriento y si bien los pies y yo estábamos felices con frescas zapatillas, también estaba consciente que no era una condición sostenible por mucho tiempo.

Logré entretenerme y concentrarme nuevamente en la carrera, regresé rápido al PAS y de ahí era sólo hacer los últimos 6 Km. No fue grato regresar a las piedras y ríos secos. En la última parte nos unimos con otras categorías, donde gracias a la buena onda del cerro nos acompañamos. Ya en la playa, mientras pensaba que era maldad, de esa de adentro, hacernos correr en arena suelta los últimos metros hasta la meta, veo a Vice quién me va a encontrar y me acompaña hasta ella... regresan las emociones de cruzarla mientras escribo. Allí los abrazos cariñosos de Pao, Yeri, Freddy, Toño, Vice, Fabián junto al mejor y más perfecto ceviche de mi vida fueron la verdadera cúspide de mi primer VUT.
En la meta con Freddy, Toño y Yeri.

Enamorado con pasión del anticucho junto a Pao, Yeri, Fabián y Vice.

Con capa de superhéroe al encuentro de Clau junto a Vice.




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